' LA ESPANTÁ'


LA 'ESPANTÁ'


La primavera ya estaba dando sus primeros pasos, y en el aire, ya se respiraba el olor a azahar de los naranjos que impregna toda Sevilla, dejando en las personas, una sensación de felicidad, alegría y romanticismo.

Y con la primavera y el olor a azahar, los sevillanos ya tienen en mente, que ya esta cerca la Semana Santa.

Javier y Margarita, una joven pareja, vivían su momento mas feliz con su hijo de 4 años.

Javier tenia un buen  trabajo, mientras que Margarita se dedicaba, de momento, a cuidar de su hijo. La felicidad de la joven pareja era casi perfecta e intentaban cumplir sus sueños de futuro.

Una de las aficiones que tenia Javier, era disfrutar de la Semana Santa de Sevilla en todo su esplendor, viviéndola intensamente. No es que fuera 'capillita', pero le encantaba las procesiones, el olor a incienso, las bandas de música y la majestuosidad de los pasos de las cofradías. Margarita no compartía esa afición, pero la respetaba.

Pero al ser su hijo tan pequeño, no querían llevarlo tan pronto a ver la 'madrugá', por lo que llevaba mucho tiempo sin ver la 'madrugá'. Y había decidido que ese año, le iba a mostrar a su hijo, el encanto y el embrujo de la 'madrugá'.

La noche se presentaba buena y la luna brillaba en el cielo con todo su esplendor. Prepararon los bocadillos, algunas bebidas, y todo lo relacionado con su hijo, como la sillita, por si se cansaba, y algo de abrigo, por si tenia frío. Y con los ánimos y la ilusión, como el niño que estrena zapatos nuevos, se dirigieron a las calles sevillanas para ver las procesiones de la 'madrugá'.

Se situaron en una calle por donde iban a pasar la mayoría de procesiones, en las que los pasos, hacían gala de sus mejores 'chicotás'. No obstante Javier, conocía todos los rincones de Sevilla, en donde, el mecer de los pasos, hacen que se te ponga la carne de gallina, al son de la música.

La 'madrugá' transcurría con normalidad y veían como su hijo disfrutaba de aquellos olores y aromas, de aquel sentir religioso y mágico, y sobretodo, de la música de las bandas de cornetas y tambores. Y la joven pareja se sentía aun mas feliz.

Pero en un momento dado, cuando se encontraban junto a una 'bulla', que estaban esperando el paso de una procesión, se escucharon a lo lejos, gritos y voces. Y sin darse cuenta, la gente que tenían alrededor suya, se giraron y empezaron a correr como locos, porque una muchedumbre de personas, se dirigían hacia ellos escapando de algo o de alguien. Nunca se supo.

Como pudieron, la joven pareja, trataron de proteger a su hijo que estaba en la sillita, estirando los brazos a modo de barrera. Pero fue imposible, ya que la 'bulla' se les echo encima y los tiraron al suelo arrastrándolos, viendo como la gente, alocada en su carrera, pasaban por encima de la sillita de su hijo, con él dentro, como si fuera una estampida de animales salvajes, arrollándolo todo a su paso.

Cuando la calle se despejo un poco, vieron como su hijo estaba tendido en el suelo, todo magullado por los pisotones de la gente. Arrastrándose como pudieron, fueron hacia él y lo cogieron en sus brazos. Lo único que pudieron hacer, es ver como se le escapaba de su aliento, el ultimo hilo de vida.

Nunca olvidarían esa 'madrugá', ya que le habían arrancado de sus vidas los mas bonito que podían tener.

Los familiares y amigos intentaban sosegarlos en su pena, pero es que no hay nada peor en la vida, que ver la muerte de un hijo.

Sus vidas, ya no eran lo mismo que antes. La apatía, el desasosiego, la desilusión, la tristeza y las pocas ganas de vivir, se habían apoderado de su matrimonio. Lo que antes era todo felicidad, se había transformado en discusiones, peleas y gritos, echándose la culpa, el uno sobre el otro, por lo sucedido.

Poco tardo aquel matrimonio en separarse, truncando todos los sueños de futuro.

Javier, en su soledad de separado, no encontraba consuelo. Día tras día, no hacia mas que recordar, aquellos días felices, junto a su mujer y su hijo. Tenia un buen trabajo, tenia a una mujer maravillosa, de la que estaba enamorado, y un hijo, al que quería con locura.

Notaba como el mundo se le venia encima y ya no tenia ilusión por nada, ni por vivir, ni por sobrevivir. Lo había perdido todo. Y sin su familia, no era capaz de seguir. Ya nada merecía la pena.

Así que un día, pensó que ya no podía mas, y tomo la decisión de suicidarse.

Puso una soga sobre un gancho que había en el techo de su casa, se subió a una silla, se puso la soga alrededor de su cuello, dispuesto a no vivir mas así, con esa pena y con ese dolor.

Una vez subido en la silla, y antes de saltar, volvió a pensar en lo feliz que era su vida con su mujer y su hijo. Y la cantidad de sueños que tenia para ellos, y que por culpa de aquella Semana Santa, le había arrancado de cuajo, sus sueños y su vida.

Por un momento, una luz se encendió en su cerebro, que le ilumino sobre la barbaridad que iba a hacer.

Esa luz le hizo ver, que él no era culpable de esa pena y tristeza, ni de todo lo que había ocurrido en su matrimonio, sino que era la Semana Santa, quien era el culpable y la que debía pagar el castigo.

Se quito la soga del cuello, se bajo de la silla y empezó a pensar en cómo hacer pagar a la Semana Santa, las desgracias de su vida, de su matrimonio y de la muerte de su hijo.

Aun faltaba mucho tiempo para la Semana Santa, por lo que se puso manos a la obra. Su idea era salir de nazareno, todos los días de la Semana Santa, con la Hermandad que procesara ese día, hablando con algún cofrade que no pudiera salir porque estaba enfermo. De esa manera, al no estar registrado en la Hermandad, nunca podría localizarlo la policía.

Averiguo qué hermanos de la cofradía estaban enfermos, y no iban a salir a procesar. Por lo que pensó que si hablaba con ellos, haciéndoles creer que vivía en una provincia lejana, que era devoto de esa cofradía, que le haría mucha ilusión salir de penitencia, que él le pagaba la cuota anual, la papeleta de sitio, el alquiler de su traje de nazareno y algo mas por las molestias, pues ningún cofrade se resistiría a semejante oferta. Y mas, cuando sabían que no podían salir de nazareno ese año.

El dinero no era problema, ya que en su trabajo, lo ganaba bastante bien y no tenia problemas económicos.

La otra idea la copio de la película 'El nombre de la rosa'. Concretamente, la parte en la que un fraile había untado arsénico en las esquinas de las hojas de un libro, que no quería que nadie leyese por estar prohibido. Y así mataba a quien se había atrevido a leerlo. Ese veneno, lo untaría sobre las estampitas que suelen dar los nazarenos a la gente, y que nada mas dárselas, besan con toda devoción. Con esa simple acción, era suficiente para que el veneno entrara en su cuerpo, a través de la lengua, como en la película, con sus labios totalmente impregnados de arsénico.

La otra idea era untar de arsénico los caramelos que suelen dar los nazarenos a la gente.

Se entero por internet de que el arsénico, no mata en el mismo momento, sino que tarda un poco en hacer efecto hasta que causa la muerte. Tiempo suficiente, como para dar la estampita o el caramelo envenenado, por ejemplo, en La Campana, y que para cuando esa persona empiece a sufrir los efectos del arsénico, él se encontraría entrando en la Catedral, por lo que nunca sospecharían de él, y mas, cuando todos van vestidos con el mismo traje de nazareno, y todos dan estampitas y caramelos a la gente.

El plan era perfecto y se puso manos a la obra. El arsénico era fácil de conseguir en el mercado negro por internet.

El Domingo de Ramos, su primer día de venganza contra la Semana Santa, fue repartiendo las estampitas y caramelos, recordando a su mujer y a su hijo, y cada vez que su mano lo ofrecía, sintiendo una gran satisfacción de venganza.

Y así siguió con el Lunes Santo, el Martes Santo, el Miércoles Santo, y todos los demás días.

Poco tardo la policía en darse cuenta de que algo estaba pasando, ya que habían recibido del hospital, la noticia de que estaban ingresando muchas personas, que al parecer estaban intoxicadas por arsénico.

En un principio, la alta jerarquía de la policía, quiso suspender la Semana Santa. Pero pronto se le echaron encima los poderes económicos y políticos de la ciudad, haciéndoles ver la catástrofe que eso supondría a nivel mundial, si daban la voz de alarma, pues la Semana Santa de Sevilla, atrae a miles de personas de todo el mundo. Por lo que presionaron, para que pusieran un dispositivo policial para capturar al culpable.

La ciudad se lleno de policías, montando un despliegue policial sin precendentes, a la vez que discreto para no causar alarma entre la gente.

Javier, se sentía satisfecho, pues había cumplido su venganza contra la Semana Santa.

Pero en su satisfacción, otra luz le ilumino su cerebro, haciéndole ver, que en vez de castigar a la Semana Santa, lo que había hecho era traer mas desgracia y sufrimiento, como el suyo, a gente inocente.

Los remordimientos que le acosaban, no podía soportarlos. Se estaba dando cuenta de que había cometido el peor de los pecados por culpa de una venganza.

Si antes no podía vivir, sin su familia ni su hijo, ahora mucho menos, podría vivir con la atrocidad que había cometido.

Volvió a colgar la soga del gancho que tenia en el techo de su casa, se subió a una silla, se la paso por el cuello, y antes de saltar, recordó a su mujer y a su hijo. Pero desde los mas hondo de su corazón, pidió perdón a Dios y a todos los que había hecho sufrir por querer castigar a la Semana Santa. Y acto seguido, salto rompiéndose el cuello, muriendo en el acto.

No dejo ni una nota, ni nada de nada, que a la policía le hiciera ver, que era él, quien causo tanto daño esos días de Semana Santa. Por lo que todavía, a día de hoy, no sabe la policía, quien fue el autor de aquella tremenda barbaridad.


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1 saludo Nevado